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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Por qué comemos cada vez peor

Cuando era chico y su madre llamaba “a la mesa”, Pablo Katz, de 33 años, sabía que casi seguro el menú iba a ser carne con algo para acompañar. Agua o jugo para beber y fruta de postre. Ahora que es padre de Pedro, de cuatro años, y de Dante, de dos, sabe que las cosas son distintas. Por empezar es él quien dará la voz de “a comer”, mientras Agostina, su mujer, que es psicóloga, termina asuntos del trabajo. Hoy, como cada fin de semana, comerán todos juntos y por eso eligió el menú favorito de la familia: pastas. A medida que ponga la mesa, pensará en las diferencias con aquel mismo ritual en su infancia. La panera y el vino ya no están presentes. Y la fruta, aunque a sus hijos les gusta, suele ser reemplazada por postrecitos procesados. “Gaseosas nosotros mucho no tomamos, pero somos una excepción”, reconoce.



¿Cuánto cambió la mesa de los argentinos? Mucho. Menos carne y más harina, más gaseosas y menos agua. Menos fruta y más helado. Más sal, más pan, más azúcar, más huevos, más productos del quiosco. Y una gran perdedora: la verdura. Ésta podría ser una ajustada pero certera síntesis de cómo cambió, para peor, nuestra alimentación. Otros datos completan el cuadro: cada vez dedicamos menos tiempo a preparar lo que comemos.

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