En Córdoba, el
equipo de Núñez se impuso 2-0 con goles de Lanzini y Menseguez y se quedó con
la copa que estaba en juego. Balanta, la figura.

Confusión. Boca no encuentra su modelo. Intenta esquemas nuevos, más allá de que Bianchi desconfía de las etiquetas. Su 4-2-3-1 es el experimento sin su titiritero. A falta de Riquelme, el entrenador le busca fisonomía al equipo. Como ensayo, en el entretiempo sacó a Burrito Martínez y ubicó a Erbes, el todoterreno que en el torneo pasado hasta jugó de lateral por derecha. A esa altura Boca ya perdía
Las ganas de
Boca evidenciaron su necesidad de impresionar, aunque sea, por actitud. Los
clásicos marcan los cuerpos de los equipos y las mentes de los hinchas. Este
Boca devaluado se ocupó del decoro, aunque el resultado le quedara lejos de sus
aspiraciones. River disfrutaba de su negocio mientras se regodeaba en cierta
parsimonia. Hasta que Ponzio empujó, Vangioni se decidió a subir y con una
buena jugada dejó a Keko Villalva –había entrado por Menseguez– en posición de
gol. No pudo.
Ramón Díaz aprovechaba ciertas mieles de su equipo para balbucear consignas inocuas. Y Teo, que amagó con tener su noche, definió arriba una chance clara. Su mejor intervención ya formaba parte de los inicios del partido: arranque, bicicleta, remate, Trípodi, palo.
River encontró anoche aire para llenarse los pulmones de confianza. Boca, en cambio, sigue dudando cuándo encontrará su GPS. Mientras, Riquelme veía a su equipo en pantuflas.
Ramón Díaz aprovechaba ciertas mieles de su equipo para balbucear consignas inocuas. Y Teo, que amagó con tener su noche, definió arriba una chance clara. Su mejor intervención ya formaba parte de los inicios del partido: arranque, bicicleta, remate, Trípodi, palo.
River encontró anoche aire para llenarse los pulmones de confianza. Boca, en cambio, sigue dudando cuándo encontrará su GPS. Mientras, Riquelme veía a su equipo en pantuflas.
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