Los jóvenes prósperos que rodean a la Presidenta. Sus
inversiones en El Calafate.
Están siempre dos metros detrás de Cristina Fernández. Ellos
guardan sus secretos y administran sus tiempos. Son los secretarios de la
Presidenta. Son jóvenes y exitosos.
La nueva guardia la integran Martín Aguirres y Pablo Erasmo
Barreiro. Son los encargados de llevarle la agenda y cargar con los apuntes que
ella utiliza en cada acto. La reaparición de Miriam Quiroga, la secretaria de
Néstor Kirchner los puso en el centro de la escena.
Barreiro llegó en el 2010 a la Unidad Presidencial, pero eso
no le impide ser un empresario en su pago chico, El Calafate.
Allí, montó junto
a su padre, Ricardo Barreiro, uno de los últimos restaurantes en abrir sus
puertas, Campo Grande.El joven secretario alterna su tiempo entre sus negocios
y las obligaciones presidenciales. Fue accionista de las sociedades Los
Antiguos Patagones SRL, luego cedida a su padre, Ricardo Fabián Barreiro, y en
RP Transporte.
Sin embargo, cuando uno revisa su declaración jurada, la
historia parece ser otra. De acuerdo con la información presentada ante la
Oficina Anticorrupción, Pablo pasó de ser chofer de Mr Clear, una empresa de
servicios de saneamiento público, a ser uno de los encargados de manejarle la
agenda a Cristina. Sin un paso intermedio.
La explicación sobre su desembarco en el despacho
presidencial es sencilla. Su padre, Ricardo integró el selecto grupo de
secretarios de Néstor Kirchner, llegó a desempeñarse como su secretario en
Santa Cruz y, luego, decidió dedicarse al mundo hotelero con inversiones en
Tucumán.
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