La cerealera fue cuestionada por vecinos de Catriló, preocupados por las consecuencias para el ambiente y la salud humana. Trabaja a toda hora, descarta los deshechos en caminos vecinales, conviven con la grazna y consumen el agua de las mismas napas a las que llegan los deshechos de la fábrica.
La empresa se dedica al acopio, carga y descarga de ceraeles. También manipula fertilizantes en el mismo lugar. Está ubicada a escasos metros de viviendas familiares.
En las imágenes y videos que se reproducen en esta nota se puede observar el polvillo suspendido en el ambiente y dejan en evidencia que trabajan en horario nocturno, con el impacto sonoro y las molestias para quienes viven en las cercanías.
La granza “vuela” por todo el pueblo y ha provocado la proliferación de plantas de girasol en las veredas y en los patios de algunas viviendas. La carga y descarga de cereales se hace en un espacio abierto que facilita la circulación del polvo en el ambiente.
La actividad de Lartirigoyen es contemporánea al incremento de enfermedades respiratorias que afectan a las personas que viven en la zona. Jóvenes afectados por asma desde que los deshechos “habitan” el aire de Catriló.
La situación fue denunciada en la policía y en la Municipalidad de Catriló, pero fueron desatendidas. Por no respetar las condiciones de seguridad ni los horarios establecidos, Lartirigoyen debería haber sido sancionada.
Nada de ello ocurrió. Parece que la contaminación del aire y las napas nos son acciones que merezcan reproche estatal.
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