La tecnología nos viene permitiendo superar barreras
temporales y espaciales, alterando diferentes estructuras de organización
social. Vínculos y relaciones que eran impensables hace apenas 100 años se han
vuelto posible gracias al constante desarrollo de las herramientas de
comunicación y manejo de información; de la misma forma, vínculos que parecían
necesarios o útiles van dejando de serlo. Nuestra capacidad ampliada para
conocer el mundo y relacionarnos con él nos permite disminuir los riesgos de la
incertidumbre, redefinir roles y orientar esfuerzos de forma más eficiente. Los
invito a reflexionar brevemente sobre cómo se fueron constituyendo los diversos
regímenes de gobierno a lo largo de la historia y cómo podemos esperar que
evolucionen.
El comercio y la vida social siempre fueron anteriores al
Gobierno, sirviendo la proliferación de la riqueza como excusa para extender la
burocracia. No es casual que el proceso histórico de conquista y civilización a
punta de pistola haya estado motivada e impulsada por la persecución de renta.
El Gobierno siempre fue detrás del mercado. La consecuencia geopolítica de este
pensamiento dio forma a los diversos imperios que, por definición, implican el
sometimiento de los diversos bajo una misma cabeza.
Extender el Gobierno, desde una perspectiva geográfica,
tenía como finalidad incorporar más recursos dentro de la capacidad de
supervisión y cobro de impuestos. Buenos Aires, por caso, era un lugar
inhóspito hasta que el dinero movido por el contrabando captó la atención de la
Corona española.
La capacidad de reasignar recursos propios del poder generó
en un principio una oleada de atentados contra la cabeza del sistema procurando
reemplazar al beneficiario por otro, habitualmente sostenido por una Corte que se
beneficiaba del sistema. A medida que la tecnología permitió la creación y
acumulación de más riquezas, la disponibilidad de más recursos para repartir
así como el interés de excluir a los gobernantes de las propias fortunas llevó
a la creación de las incipientes democracias liberales: un sistema de pesos y
contrapesos para evitar la transferencia ineficiente y caprichosa de recursos
por parte de los actores económicos a los gobernantes.
Es de notar que el surgimiento de esquemas de mayor
representación democrática con gobiernos moderados guarda estrecha relación con
el origen de la riqueza. En aquellos lugares y tiempos donde la riqueza
proviene de actividades extractivas el peso del Gobierno fue más grande y
violento. En cambio allí donde la riqueza surgía de la creatividad, la
coordinación y el esfuerzo de grandes grupos se tendió a estructuras más
horizontales. Aunque también vale decir que creatividad y libertad van de la
mano.
Este primer grupo de emprendedores, logró allí donde se lo
propuso hacerse con una cuota de poder público impulsando reformas y cambios
sistémicos. Pero el sistema de poder redistribuido que pasó del
unipersonal-extractivo al pluripersonal-productivo lejos de resolver la
tendencia del gobierno a perseguir la riqueza sumó una nueva dimensión de
intervención dirigiendo recursos en favor de la burguesía gobernante. Así
empiezan a consolidarse el uso de medidas proteccionistas para garantizarle la
renta a las burguesías gobernantes. Todo a costa de los incipientes
consumidores.
La función extractiva-expoliativa del Gobierno pasó a
corromper tanto a sistemas de gobierno unipersonales como aquellos
pluripersonales volviéndose el Estado el garrote a partir del cual se
desplazaban recursos de un grupo de gobierno a otro. Con la excusa de mejorar
la representatividad los distintos órganos de gobierno tendieron a aumentar su
volumen y composición procurando integrar a todos los actores económicamente
relevantes. ONG, asociaciones, corporaciones, fueron perfeccionándose a fin de
coordinar los intereses de diversos componentes de la sociedad para intervenir
en el “corte del bacalao”. Pero el bacalao siguió creciendo más allá de la
imaginación de las corporaciones.
Surgieron los derechos sociales, luego los derechos humanos
y llegamos a los medioambientales gracias a que la acumulación disponible
permitía reasignar recursos sin que se alteren de forma sensible los procesos
productivos esenciales para la supervivencia de grandes masas de personas. La
abundancia permitió correr los límites de instituciones y derechos creados en
época de marcada escasez.
Durante estos últimos años los gobiernos lograron mantener
su legitimidad y gran parte de su poder de control e intervención basándose en
una pretensa administración “justa” de la escasez. Sin embargo, los avances
tecnológicos que se vienen produciendo durante los últimos años hacen presumir
que la salud, la alimentación, energía, el tener una casa junto a otros
elementos pasarán a estar resueltos de una forma exponencialmente eficiente por
parte del mercado. Cada vez más funciones que parecían ser exclusivas y
excluyentes de los Estados nacionales están encontrando soluciones creativas e
infinitamente más eficientes en la red económico-tecnológica creada por
internet y el trabajo colaborativo de miles de millones de personas.
Asistimos a un período en el que funciones que parecían
esenciales del Gobierno y que legitimaban cierta intervención en el pasado se
vuelven palmariamente ineficientes. Lejos de buscar encontrar a los mejores e
incorporarlos al esquema de poder gobernante parece que el futuro nos invita a
pensar y resolver los conflictos en red. La línea divisoria entre Estado y
sociedad civil tenderá a volverse cada vez más efímera. Ampliándose las
instancias de interrelación. Comenzará un combate genuino por ver quién
resuelve de forma más eficiente cada problemática social.
Asimismo las innovaciones tecnológicas comienzan a
restringir la forma en la que aquellos grupos económicos que hoy se benefician
de la relación con el Estado mediante un vínculo parasitario realizan sus
negocios. Podemos esperar que tiendan a lograrlo mediante la provisión
eficiente de servicios abandonando prácticas tradicionales de corrupción.
Por otra parte, tiempo atrás resultaba fácil para un
gobierno desviarse de posiciones pro-mercado a fin de acrecentar la
transferencia forzada de recursos de un sector a otro perjudicando a la
totalidad de la sociedad. Estas oscilaciones se vuelven cada vez más
infrecuentes siendo que, en líneas generales, los beneficios de la estabilidad
y el desarrollo productivo empiezan a evitar situaciones de ventaja
cortoplacista como los populismos y las guerras.
El Estado, como lo conocemos, tiene los días contados. Sin
lugar a dudas será la institución que más lentamente se adapte a los tiempos
venideros. Me animo a decir que el progreso de la humanidad estará limitado en
buena medida por la imposibilidad de los gobiernos a reaccionar a tiempo ante
los cambios que se nos avecinan.
Ante un escenario futuro signado por la abundancia y el
progreso creo que entrarán en crisis las ideologías sustentadas en la lógica de
la escasez así como la justificación del Estado tal cual lo concebimos hoy.
Resulta inverosímil creer que el Estado podrá estar en la vanguardia de los
acontecimientos si es que, acaso, alguna vez lo estuvo. Intuyo que los próximos
años tendran como eje debates acerca de cómo reformar al Estado para que no
entorpezca al desarrollo.
Los invito a pensar juntos durante las próximas semanas el
Gobierno del futuro.
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