En su libro "La Red, la trama oculta del Caso Marita
Verón", Sibila Camps echa luz sobre lo que hay detrás de la sentencia que
absolvió a todos los imputados por el secuestro de la joven tucumana. En
diálogo con Infobae, la autora reconoce que la resolución generó un
"repudio social al consumo de prostitución"
"Quería creer en la Justicia", dijo con la
desilusión a cuestas una incansable Susana Trimarco al conocer el inexplicable
fallo judicial que el 11 de diciembre de 2012 absolvió a los 13 imputados en la
causa que investigaba el secuestro y la desaparición de su hija, María de los
Ángeles Verón.
En varias ciudades del país brotaba la bronca y las calles
albergaban el masivo repudio a los jueces de la Sala II de la Cámara Penal de
Tucumán: Alberto Piedrabuena, Emilio Herrera Molina y Eduardo Romero Lascano.
En Buenos Aires, la indignación de decenas de manifestantes se volcaba sobre la
fachada de la Casa de Tucumán. Hubo gritos, palos, piedras, llanto y fuego. El
resultado no fue otro que cientos de heridos y otros tantos detenidos. La
inexplicable decisión era irreversible.
La periodista Sibila Camps trabajó como cronista del diario
Clarín y cubrió cada una de las audiencias del juicio. Si bien no se podía
grabar ni filmar en la sala, ella tomó detallados apuntes de todo lo que
ocurrió, de todo lo que se dijo, y
también de lo que se calló.
Las mafias, los barras, la policía y el poder político y
judicial de la provincia ya habían sido objeto de estudio cuando durante los
años 90 la docente de periodismo se encargó de investigar las extrañas
relaciones de poder que rodeaban al ex comisario represor Mario
"Malevo" Ferreyra, información que publicaría luego en su libro
"El Sheriff".
En "La Red, la trama oculta del caso Marita
Verón", su nuevo trabajo, Sibila Camps retoma la oscuridad de una
provincia que conoce para echar luz sobre uno de los casos más emblemáticos de
la impunidad de nuestro país, el de María de los Ángeles Verón, la joven de 23
años que en abril de 2002 le daba pelea a una crisis económica devastadora
junto a su marido y su pequeña hija de dos años, hasta que fue secuestrada por
una mafia de proxenetas. Marita, su familia, y toda una sociedad siguen
esperando justicia.
-¿Nota algún cambio en Tucumán o sigue prevaleciendo la
matriz de miedo que usted menciona en el libro?
Creo que sigue prevaleciendo y que es una patología social
incluso. En Tucumán, la mayor parte de las mujeres en situación de prostitución
mayores de 30 años han pasado por los prostíbulos de Liliana Medina y sus hijos
-José "Chenga" y Gonzalo "Chenguita" Gómez- incluso
travestis. He tenido la oportunidad de hablar con ellas en Tucumán. Todas
tenían algo para contar, pero el miedo sigue estando y lo noto en las pocas
denuncias que hay ante situaciones reales.
-¿Cómo se entiende que después de un juicio tan largo, con
tantas pruebas, tantos testigos y tantos acusados nadie haya pagado por lo que
le hicieron a María de los Ángeles Verón?
El de Marita Verón es un fallo absolutamente amañado, hace
agua por donde lo mires. Es como si durante todo el año estuviese viendo un
elefante y de repente vienen tres biólogos y me dicen, "no, esto es una
grulla". No se puede creer, pero las explicaciones están en lo que se dijo
y en lo que no se dijo, en lo que se ocultó y lo que no se quiso ver. Lo que
más me interesaba era mostrar eso, poner todas las fichas en la mesa y
relacionar todos los hilos y lo que estaba detrás, el revés de la trama.
-Una chica secuestrada, amenazada, golpeada, drogada y
ultrajada sexualmente varias veces por distintos hombres durante mucho tiempo,
es posible que no quiera hablar. ¿Eso complicó la búsqueda de Marita?
Sí, muchísimo. Las testigos que declararon haberla visto han
sido relativamente pocas si pensamos en que ella estuvo durante casi un año y
medio en el ambiente prostibulario, donde permanentemente había en cada uno de
los prostíbulos entre 15 y 30 chicas por lo menos. Es decir, fueron pocas las
que se animaron a declarar. Y casi todas las que hablaron fueron las
rescatadas. Yo encontré una chica que me contaba que estaba en situación de
prostitución y me decía que cuando estuvo secuestrada, como reventaban los
prostíbulos de Tucumán, la mandaron a uno de los prostíbulos de Liliana Medina
en La Rioja. Todos sabían que había una chica encerrada, de la que no se podía
hablar y a la que ella no podía ver. Pudo haber sido Marita Verón o cualquier
otra, pero en ese momento ella estaba siendo buscada.
-¿Por qué los jueces no creyeron en las compañeras de
cautiverio de Marita?
Dijeron que no les creían. No les creen para ciertas cosas y
sí les creen para otras. Es una contradicción que no se sostiene para nada.
Tengamos en cuenta que el juicio se hizo diez años después. Y las chicas que
declaran hicieron durante esos diez años lo imposible por olvidar lo que
vivieron. Aún así les piden que recuerden nombres, detalles. Luego hacen un
recorte, toman lo que les sirve y omiten lo que complica a los imputados.
-Usted deja en claro que durante las audiencias el tribunal
es muy permisivo con los artilugios de la defensa, pero no accede a los pedidos
de la querella. ¿Notó falta de imparcialidad durante el juicio?
A la luz del resultado hay que pensar que sí. Si una analiza
qué hicieron en cada una de las audiencias, había por lo menos una
complacencia, una permisividad o exceso de tolerancia. De ahí el juicio
político, que no es por el resultado sino por la conducta de los jueces, que
llevó a ese resultado.
-¿En qué lo notaba?
Los jueces no tuvieron en cuenta las secuelas psicológicas
de las víctimas de trata, que son muy similares a las de las víctimas de
delitos de lesa humanidad. Quizás no recuerden cosas globales, pero sí un
detalle especial, un arito, el calzado. La otra cuestión es que en general
están a oscuras, drogadas, alcoholizadas, amenazadas, en una situación de
violencia absoluta. No pueden estar atentas a todo lo que pasa a su alrededor.
En esas condiciones, bajo amenaza, pretendían que diez años después
respondieran como para un examen de la facultad para el que se prepararon.
-Daniela Milhein y Liliana Medina fueron dos de las
principales acusadas en el juicio. ¿Cómo se entiende que una mujer que fue
sometida a la trata luego se transforme en una reclutadora?
Es bastante común. Por lo general lo terminan siendo, no por
una iniciativa propia, sino por una imposición. Es común que se arrimen
sentimentalmente al mandamás del prostíbulo para ser liberadas de la tortura de
tener que estar sometidas tantas horas todos los días, todas las noches. De esa
manera pasan a ser la "pareja" del proxeneta, pero el costo es ese,
encargarse de controlar los "pases", de cobrar, de castigar a las
chicas eventualmente.
-¿Cuando usted dice que las explicaciones están del fallo
están en "lo que no se quiso ver", a qué se refiere específicamente?
Hay muchas cosas. Analizando el vocabulario uno se da cuenta
cómo los imputados se pisan. Cuando María Jesús Rivero es careada con un
testigo, Julio Mafut, él habla de "conseguir chicas" y ella se
refiere a "reclutar". Ese es un término que si no estás en el negocio
no lo usás. El tribunal debió haberlo advertido, pero yo creo que tenía toda la
predisposición para absolver a los imputados.
-A pesar de lo que pasó con Marita, de la vergüenza y la
bronca de mucha gente tras el fallo, los prostíbulos y los secuestros de
mujeres jóvenes siguen sucediendo. ¿Modificó algo la ley de trata de personas?
Creo que se ha avanzado un poco. Ante todo, veo que aparece
gente despegando papelitos en el microcentro. Empieza a haber un repudio social
al consumo de prostitución. Sigue habiendo captación, lo que pasa es que ahora
el familiar denuncia rápidamente, recurre a los medios, ya saben de qué se
trata y las redes sociales ayudan muchísimo. No creo que haya más víctimas que
antes, sino que son más visibles los casos. Aclaro que es lo que creo, porque
no hay datos estadísticos oficiales.
-¿Y a nivel provincial qué cambió?
Lo que ha ocurrido a lo largo del año pasado y lo que va de
este es que en muchas provincias o ciudades han empezado a sacar leyes y
ordenanzas no para prohibir los prostíbulos, porque están prohibidos por la ley
12.331 de enero de 1937, sino para prohibir los cabarets, whiskerías, club
nocturnos, etcétera, que de todas maneras son prostíbulos encubiertos o lugares
de facilitación de la prostitución porque están adscrítos a un prostíbulo o a
un albergue transitorio. Por ahi están habilitados como cabaret, pero al lado
hay una casa particular llena de piezas que funciona como prostíbulo.
- Además de las estadísticas oficiales, ¿qué cree que hace
falta?
La modificación a la ley de trata cumplió 10 meses y todavía
sigue sin reglamentarse. Hay cosas que sí se pueden aplicar y se aplican de
hecho, como es el tema de que el consentimiento de la víctima no es atenuante y
que no hay diferencias entre víctimas mayores y menores de edad. Pero lo demás,
todo el programa nacional que tiene que armarse de contención a las víctimas,
atención médica, psicológica, reinserción social, cultural y educativa no hay
absolutamente nada.
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