El exjefe de Gabinete debe resolver si rompe con el
kirchnerismo y compite en las elecciones. Malena Galmarini, su esposa y posible
candidata, se queja de los tironeos.
A diez días de la presentación de alianzas para competir en
las elecciones internas, no hay quien no haya hablado con Sergio Massa. El
intendente de Tigre recibe a cada uno de ellos: empresarios, consultores,
economistas y dirigentes políticos de diferentes colores partidarios. Su mujer,
Malena Galmarini, ve pasar a todos y le advierte que “no se deje usar” y que
ella, y sus hijos Milagros y Tomás, serán los únicos que estarán al final del
camino.
“No le doy mi opinión pero lo único que le aconsejo es que
no se deje usar por nadie”. De cuna
peronista, hija de Fernando “Pato” Galmarini y Marcela Durrié, se afilió al
Partido Justicialista a los 18, cuando comenzó a militar. Así conoció a Massa;
se fueron a vivir juntos en 1996 y se casaron en 2001. Aunque ella ya trabajaba
en la gestión de manera informal, en 2008 asumió como secretaria de Política
Sanitaria y Desarrollo Humano.
Se define como “un soldado” de su líder político, en este
caso su marido. En política ya lo demostró cuando aceptó el pedido de Massa de
encabezar la lista de concejales en 2009, cuando Néstor Kirchner obligó a los
intendentes a que su apellido figurara las nóminas testimoniales.
Malena prefiere estar lejos de las candidaturas y dice que
la incomoda la exhibición. “Prefiero el barro”, repite. Massa lo sabe, y lo
considera cuando evalúa apoyar una lista que podría estar integrada por el ex
gobernador bonaerense Felipe Solá. Allí podría estar también su mujer.
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