En Córdoba, el
equipo de Núñez se impuso 2-0 con goles de Lanzini y Menseguez y se quedó con
la copa que estaba en juego. Balanta, la figura.
La
simulación de hinchadas agitando banderitas para superar un récord y un locutor
que los condenaba al show con su arenga fueron parte de la previa de un partido
para entrar al Guinness: River hizo más de cuatro pases seguidos en una
velocidad digna de otro fútbol antes de que Menseguez anotara el segundo gol.
Teo Gutierrez metió asistencia en el primer gol y el foco fue cómo llegó a esa
posición de privilegio: luego de un lateral de Carbonero. Error grosero de
Zárate que perdió la marca; vacío conceptual de una defensa que jugó para
superar marcas: pocas podrán dar tantas ventajas como Boca en el primer tiempo,
que liberó la zona para que Lanzini y Teo se colaran por los agujeros enormes
entre las espaldas de los volantes y las caras de los defensores rivales.
Confusión. Boca no encuentra su modelo. Intenta esquemas nuevos, más allá de que Bianchi desconfía de las etiquetas. Su 4-2-3-1 es el experimento sin su titiritero. A falta de Riquelme, el entrenador le busca fisonomía al equipo. Como ensayo, en el entretiempo sacó a Burrito Martínez y ubicó a Erbes, el todoterreno que en el torneo pasado hasta jugó de lateral por derecha. A esa altura Boca ya perdía2 a
0 y el truque de nombres no evidenciaba voracidad para revertir la historia.
Sin embargo, Boca acumuló jugadas para descontar: en un cuarto de hora, el
chiquito Acosta pateó apenas desviado, Gigliotti cabeceó al arco y Barovero le
ahogó el grito a Forlín, que ubicó la pelota donde sólo llega un arquero que
hace milagros. River descansaba en la comodidad del resultado y en la
especulación: que su rival gastara energías a la espera de algún contragolpe.
Un tercer gol podría haber abierto otro mini récord: desde 2006 que el
Millonario no ganaba por esa ventaja (3-0, amistoso en Salta). De todas maneras,
al equipo de Ramón Díaz le costó refrender su juego de la primera parte y miró
con telescopio a Trípodi.
Confusión. Boca no encuentra su modelo. Intenta esquemas nuevos, más allá de que Bianchi desconfía de las etiquetas. Su 4-2-3-1 es el experimento sin su titiritero. A falta de Riquelme, el entrenador le busca fisonomía al equipo. Como ensayo, en el entretiempo sacó a Burrito Martínez y ubicó a Erbes, el todoterreno que en el torneo pasado hasta jugó de lateral por derecha. A esa altura Boca ya perdía
Las ganas de
Boca evidenciaron su necesidad de impresionar, aunque sea, por actitud. Los
clásicos marcan los cuerpos de los equipos y las mentes de los hinchas. Este
Boca devaluado se ocupó del decoro, aunque el resultado le quedara lejos de sus
aspiraciones. River disfrutaba de su negocio mientras se regodeaba en cierta
parsimonia. Hasta que Ponzio empujó, Vangioni se decidió a subir y con una
buena jugada dejó a Keko Villalva –había entrado por Menseguez– en posición de
gol. No pudo.
Ramón Díaz aprovechaba ciertas mieles de su equipo para balbucear consignas inocuas. Y Teo, que amagó con tener su noche, definió arriba una chance clara. Su mejor intervención ya formaba parte de los inicios del partido: arranque, bicicleta, remate, Trípodi, palo.
River encontró anoche aire para llenarse los pulmones de confianza. Boca, en cambio, sigue dudando cuándo encontrará su GPS. Mientras, Riquelme veía a su equipo en pantuflas.
Ramón Díaz aprovechaba ciertas mieles de su equipo para balbucear consignas inocuas. Y Teo, que amagó con tener su noche, definió arriba una chance clara. Su mejor intervención ya formaba parte de los inicios del partido: arranque, bicicleta, remate, Trípodi, palo.
River encontró anoche aire para llenarse los pulmones de confianza. Boca, en cambio, sigue dudando cuándo encontrará su GPS. Mientras, Riquelme veía a su equipo en pantuflas.
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